RETALES [6]


Por Gregor Von Rezzori
Selección de Juan Rulfo


EXISTEN REALIDADES por encima y por debajo de la nuestra, la cual como única que conocemos, nos parece la sola realidad existente.

Un hombre sale tambaleándose de la barahúnda ensordecedora de un antro a la incierta luz del amanecer.

En la arriesgada e imprecisa seguridad de sus movimientos –la mortalmente seria pirueta del payaso– se advierte al bebedor habitual.

Su rostro es el campo de cráteres de un satélite perdido.

En su vacilante cerebro excitado se entremezclan los gritos de la taberna, discusiones filosóficas, orgullo, humildad, citas, obscenidades, odio, soledad, credulidad, pureza, desesperación: no conoce el camino de su casa. Y marcha como un sonámbulo hasta el siguiente cruce de calles, por el que pasan lo rieles del tranvía: dos serpientes de brillo apagado.

Allí, a tientas, con la cabeza erguida como un ciego, mete el bastón en el carril y se deja guiar como asido a una pértiga.

La punta del bastón va levantando, en oleadas, hojas podridas, basura, grava, barro y agua sucia. Sus zapatos chapotean en los charcos, tropiezan con los adoquines desiguales, se hunden en la grava, se envuelven en el polvo. La niebla le golpea la cara como algodón húmedo, el viento le sacude los mechones que asoman bajo el sombrero, cayéndole sobre la frente; el rocío se le fija en la boca, dándole un gusto salado, y forma gotas que le hacen cosquillas en las comisuras de los labios, porque la piel de sus mejillas es grasienta y no las absorbe. Marcha, pues, murmurando; a veces habla en voz alta, entona una canción, la interrumpe, se ríe, se calla, vuelve a rezongar. Mira ante él en línea recta, con los ojos muy abiertos, como los de los ciegos; sin parpadear, como los de los dioses.

Así atraviesa la ciudad de un extremo a otro. La ciudad está situada en un lugar del viejo sudeste de Europa y se llama Chernopol.

El hombre no sabe nada de la realidad de la ciudad. Ni nota que la ciudad se despierta, no se da cuenta de cómo las blanquecinas luces de los arcos voltaicos se van apagando por encima de su cabeza y cómo en las casas a izquierda y derecha, aquí y allá, destacan los rectángulos de las ventanas iluminadas. No ve los carros entoldados de los panaderos salir dando tumbos de las oscuras calles laterales. No percibe el olor cálido, pesado, del pan recién cocido, no oye el traqueteo de los carros de los campesinos que en pacientes filas se dirigen al mercado, ni el resonar de las herraduras de sus flacos caballos, venidos de la llanura a las grandes y tristes calles. No sabe nada de las risas de los últimos noctámbulos con que se cruza, ni de la inútil llamada del policía que no lo conoce, ni de las sombras que se desprenden de los porches negros de las casas y marchan a lo largo de las calles hacia metas desconocidas; no sabe nada del cielo sulfuroso que se despliega por encima de las copas de los árboles, como un cielo del día del Juicio; ni tampoco del chirriar desafinado del primer tranvía que sale de la curva de su terminal y enfila la recta, viniendo a su encuentro. Ningún hombre hace otra cosa que marchar al encuentro de su muerte.

No oye tampoco el grito lastimero y nostálgico de los trenes a lo lejos, al abandonar la ciudad para lanzarse, solos, en el país perdido, hacia una realidad diferente, solitaria y magnífica en sí misma, remota y nostálgica.

Porque todos –los hombres y las ciudades– están perdidos en su soledad.

¿Un futuro para México?

Carlos San Juan Victoria


A finales de 2009 apareció el vibrante ensayo “Un futuro para México” (Nexos, noviembre de 2009), con la firma de dos reconocidos intelectuales mexicanos: Jorge Castañeda y Héctor Aguilar Camín. Llaman a trasladar el debate 2010-2012 hacia un horizonte de esperanza, con un país próspero donde al menos un tercio de su población viva como clase media. Según su opinión, el milagro llegará por el impulso que le den los motores del mercado, el Estado, y los efectos “positivos” de una integración más o menos definitiva con nuestro vecino del norte.

Dicen los autores que ello es posible si, y siempre si –además de optar por una fuerte integración con América del Norte, se avanza en por lo menos tres niveles de cambios sustantivos, a saber: a) Librar a la economía de los grandes poderes monopólicos que la aprisionan; b) Restablecer la unidad y la eficacia de mando –del Estado, se entiende– dentro de lo que hoy por hoy resulta ser una democracia ineficiente; c) Volver al pacto con la sociedad por medio de un intercambio preciso: más protección social a cambio de un IVA incrementado y la aceptación por parte de la población de “las reformas estructurales”.

Como es fácil constatar, entre 2008 y 2009 “la ruta única del Mercado” decidida por los poderes globales conoció su propio abismo y se abrieron entonces muchas posibilidades para inventariar y rehacer caminos heterodoxos y plurales a escala mundial. Pero, en la mejor tradición del optimismo del siglo XIX –ahora que crecieron las incertidumbres del XXI–, nuestros autores dictaminan un curso obligado de las cosas: la necesidad de que México se parezca –como dos gotas de agua– a los Estados Unidos o, si se prefiere, al “primer mundo” en general.

Para alcanzar tan preciado objetivo, en la perspectiva señalada, se requeriría confrontar y echar por la borda en definitiva al nacionalismo revolucionario y a la nomenklatura; eliminar al puñado de poderes monopólicos (nocivos, se entiende), estatales, corporativos y privados; enfrentar la crisis fiscal y el deterioro de la protección social; combatir la patología mental que no nos ayuda a reconocer que ya somos América del Norte, y frenar el fenómeno de la erosión del mando estatal encaminado hacia la “única ruta”.

¿Ideas novedosas? No en lo fundamental, a mi parecer. Se parecen –casi copian– a las del Banco Mundial. En ambas perspectivas se hacen a un lado datos reveladores. Entre otros, que el segmento consolidado de “la economía plena” de mercado es sólo el ocho por ciento de las unidades productivas –que es donde se concentran los beneficios de las políticas de fomento y de los presupuestos–, mientras que el 92 por ciento se las arregla como puede para mantener al 80 por ciento de la fuerza laboral.

Se mira sin concesiones a la innegable integración mexicana con el sur norteamericano, pero se escamotea el problema real. Pues no se trata de no reconocer una integración iniciada desde el siglo XIX, sino de debatir el tipo y las vías de integración. Nosotros creemos, por el contrario, con que ambos pies en América del Norte, México tiene que mirar hacia el Sur.

“Un futuro para México” de Castañeda y Aguilar Camín pretende un recambio de esperanza en una fecha cargada de simbolismo: el del centenario de la Revolución. Si la violencia armada creó un horizonte de expectativas durable, ahora una epopeya pacífica, la lucha cotidiana de millones de mexicanos para acrecentar sus consumos, alumbrará el único futuro posible (y promisorio). El comparativo no da para más: en lugar de los ejércitos populares como fuerzas motoras del cambio, los autores se imaginan el asalto masivo a las grandes plazas del consumo.

“Un futuro para México” es menos una reflexión intelectual que el tejido coherente de diversas iniciativas realizadas por los poderes en turno. Su cruzada es la del Banco Mundial y su ortodoxia es la del mercado en el nivel formulado por el Consenso de Washington.

Y salta a la vista lo que en definitiva parece ser el plus de su originalidad: su ánimo prometeico en torno a su idea del “progreso”, justo ahora cuando el referido “progreso” amenaza con tragarse al mundo sin piedad.

Rupturas

Alín Cid Fleitas
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…Y el amor después del amor después del amor después del amor… He pasado todo el día repitiendo esa parte de la canción ¿Qué habrá después del amor?




La ciudad está desierta. La llovizna fría impide que la gente salga a estas horas de la noche. En Sri Lanka una niña huérfana no sabe cómo hacer para detener la sangre que sale de entre sus piernas. Una famosa actriz de Hollywood donó un millón de dólares para los huérfanos de la catástrofe, pero se le olvidó explicar, en caso que sucediera, cómo ayudar a esa niñita con su sangrar ocasional. Me cuestiono los hechos de mi vida: ¿Si las cosas hubieran sido distintas, yo estaría mejor o peor? El viento arrecia. La sombrilla se vuelve inútil. No me importa; a estas alturas ya nada importa. De todas maneras en Tokyo no lo entienden y seguirán comprando el agua de beber, a pesar de los procesos de higienización, y ya quedó claro que el agua del grifo es limpia pero la de la tienda es para tomar. En Sarajevo defecan en letrinas. El acto se hace más corto, la posición lo propicia.

Yo tampoco sabía qué hacer cuando me enteré, si buscarla y decirle que su amor me hizo cuestionar todas las leyes de la razón, o intentar olvidarla. La luz de su casa está encendida; hay un auto parqueado fuera. En el suroeste de Etiopía ha muerto un Konso ilustre; su imagen se tallará en madera y será clavada en la tierra. Los konsos aún tallan para sus héroes. Durante un tiempo el cuerpo se guardará embalsamado en miel y mantequilla, y se enterrará el día en que sea erigida su estatua. Mientras tanto los helicópteros sobrevuelan las calles de São Paulo, para vigilar el tráfico y asegurar el orden. Entonces es ahí donde me pregunto si ella fue feliz conmigo todos estos años, y la maldigo, aunque reconozco que soy capaz de hacer cualquier cosa por ella.

Pero nadie sabe de esto, y un grupo de científicos de la Universidad de Leipzig sueñan con estar en dos lugares al mismo tiempo, revisan los apuntes de Schrödinger y vuelven sobre pretenciosas ecuaciones para valorar posibles tele-transportaciones en los próximos decenios. Toco la puerta. Me abre un hombre desconocido. Qué estúpido fui. No lo quise creer cuando me lo dijeron pues pensé que no era cierto, pero ahí estaba la prueba frente a mí, tratándome como a un extraño, llamándola a ella para decirle que la buscaba un tipo, que hasta ayer era su marido y ahora un desconocido que tocaba a la puerta a las doce de la noche bajo la lluvia.

La contaminación hace de Norilsk una ciudad no apta para vivir. Situada en el norte de la Siberia, sus habitantes producen el noventa por ciento del paladio mundial. Las chimeneas de sus fábricas escupen millones de toneladas de dióxido de azufre. Cáncer de piel y asma son las dolencias más comunes entre sus habitantes. En Ilesha le cortan el clítoris a las niñas. Es una costumbre milenaria, algunas no logran sobrevivir a la infección.

Me enjuago la sangre. Costó trabajo matarlo. Tuve que apuñalarlo hasta que dejó de moverse. Ella aún respira, el golpe la dejó inconsciente. Presiono con mis manos sobre su boca e impido que el aire entre. Mejor así, no quiero hacerle daño y que su cuerpo quede como el de él. Afuera ha escampado …Y el amor después del amor después del amor después del amor… ¿Qué habrá después del amor?

Los retales de Juan Rulfo


VÍCTOR JIMÉNEZ


Alberto Vital, el biógrafo de Juan Rulfo, tenía hace tiempo interés en explorar un episodio de la actividad literaria de Juan Rulfo no completamente desconocido pero sí poco estudiado: de mayo de 1964 a noviembre de 1966, al principio de manera mensual y después con interrupciones, Juan Rulfo entregó a la revista El Cuento, creada por su amigo Edmundo Valadés, un total de 17 textos, aunque no de su autoría precisamente. Se trataba de algunos cuentos, un poema, fragmentos de novelas, textos de historia o antropología… No los precedía ninguna nota; sólo se informaba que esa sección estaba a cargo de Juan Rulfo. Su nombre, Retales, alude a fragmentos, trozos de tela: eran, en fin, muestras de las lecturas de Juan Rulfo.

Vital se propuso reunir esos textos, con un estudio suyo y de Sonia Peña que permite rastrear el origen de los mismos, así como descubrir las estrategias de transcripción de Rulfo, ya que a veces modifica sutilmente alguna parte de ellos. Como Vital destaca, el común denominador de los retales es la demostración de que Rulfo estaba en lo cierto cuando decía: “Leo, eso sí; soy un profesional de la lectura, me interesa mucho la lectura. Y […] no es por modestia, pero quizá hay pocos autores que leen como yo, a veces leo dos libros por noche… amanezco leyendo, soy un vicioso de la lectura.” El trabajo de Alberto Vital concluyó felizmente con la publicación del libro Retales: compilación de Juan Rulfo, publicado por Editorial Terracota, de México, en noviembre de 2008. En el mismo aparecen los 17 textos publicados en El cuento con las notas de Vital y Peña.

Uno de estos retales, el sexto, aparecido en el número seis de El Cuento, de octubre de 1964, lleva sólo el nombre de su autor como cabeza: Gregor von Rezzori. Proviene de El húsar de Chernopol, traducción de Carmen Castañeda, publicado en 1960 en Barcelona por Seix Barral, como descubrieron Vital y Peña. Aumenta su interés si consignamos que en diciembre de 2008 la revista SP daba a conocer la traducción al español de un elogio a Von Rezzori leído por Claudio Magris en 2007. En ese texto alude Magris, por cierto, al mismo fragmento que había impresionado a Juan Rulfo. Lo presentamos a los lectores de Rojo-amate.

Rojo-amate: una “yuxtaposición dinámica”

JULIO MOGUEL


El término Rojo-amate constituye una fórmula de construcción del tipo de las que Hellingrath denominaba una “yuxtaposición áspera”, cuando se refería a algunos giros característicos de la poesía de Hölderlin y Píndaro.[1] Stefan George cobró su fama universal de una parecida manera de escribir sus singulares poemas.[2] Y no es irrelevante mencionar en este punto que este recurso adquiere en la poética pura de Stéphane Mallarmé sus máximas Posibilidades expresivas y de sentido.

Rojo-amate juega no con la relación simple y familiar de los conceptos, no con los hábitos reconocidos de nuestra sintaxis gramatical, sino con una conexión de contrapunto, no de opuestos sino de palabras que, en su articulación o en su yuxtaposición dinámica, generan imágenes particulares que, más que ambiguas, contienen mensajes polivalentes dentro de un cierto margen de interpretación.

Dicho de otra forma: el bloque paradójico (rojo-amate) libera la pluridimensionalidad de sentido de una relación que expresada en un discurso articulado resulta difícil o imposible desplegar. La intervención y participación activa del lector en el desciframiento del código se vuelve entonces decisiva: será él (como lector individual o colectivo) el que diga lo que “el mensaje” dice.

El rojo[3] es uno de los colores relacionados más íntimamente con el ser. Cuando alguien “ve” rojo en sus adentros se envuelve en una específica dimensión vital, de pasión, rabia, vuelco, desconcierto. Es el color del coraje, en su variante suave dicha en español, o fuerte si es que se dice en francés. Por ello es que todos los otros signos que le son atribuidos no son sino Derivaciones de su sentido originario o de matriz.

Amate[4] no aparece aquí, a contrapunto, como un particular, sino como un universal indirecto y acotado. Indirecto, porque proviene o se deriva de otro importante universal muy propio del ser o del sentido del ser, a saber: del árbol, idea que el ser siente tan propia porque en ella germina o se despliega tanto su verticalidad y búsqueda del cielo o de la altura como su apego o pertenencia a la tierra, al simple estar, y a lo profundo-oculto y a lo profundo-nutriente. Y como elemento externo también es o representa, para el mismo ser, primera morada o reserva de calma.

Pero Amate es un universal indirecto acotado al espacio continental específico y propio que lo ha visto crecer: la América indígena, tierra que lo convirtió en piel o en corteza textual durante siglos, antes de la Conquista española.

Tiene entonces también el signo de un ser-colectivo con nombre propio, identificable sin par en el planeta. Es esta “yuxtaposición dinámica” la que hoy da nombre a nuestro proyecto editorial.
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1 Hans-Georg Gadamer, Poema y diálogo [1990], trad. de Daniel Najmías y Juan Navarro, Editorial Gedisa, Colección Cla-de-ma, crítica literaria, Barcelona 2004.

2 Gaston Bachelard, El derecho de soñar [1970], trad. de Jorge Ferreiro Santana, Fondo de Cultura Económica, Breviarios núm. 392, México, 2005 [primera edición en español, 1985].

3 “Rojo (Del lat. russus). Adj. Encarnado muy vivo […]. Es el primer color del espectro solar […]. En política, radical, revolucionario […]. De color encendido de brasa […].” Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española, Vigésima segunda edición, T. 1, España, 2001.

4 “Amate. m. Árbol del género Ficus, de cuya corteza se obtiene el papel del mismo nombre que antiguamente servía para la elaboración de códices. 2. Papel elaborado con la corteza de ciertos árboles como jolote, palo de brujo, mora u ojite, sobre el cual se pintan diversos motivos y escenas de vivos colores o se pegan figuras recortadas del mismo material, esto último con fines ceremoniales. 3. Pintura realizada sobre el papel obtenido de la corteza del árbol amate. De amatl, papel”, en Carlos Montemayor (coordinador), Diccionario del náhuatl en el español de México, unam-see del Gobierno de la Ciudad de México, México, 2007. “Amate (Del nahua amatl) m. Árbol de la familia de las Moráceas, que abunda en las regiones cálidas de México. El jugo lechoso se usa como resolutivo. Hay dos especies: el blanco y el negro. 2. Méx. Pintur

Rojo-amate 1

Presentación
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Rojo-amate nace para promover, apuntalar, acompañar y dinamizar una determinada reflexión sobre las circunstancias del México de nuestros días, acotando sus contenidos a temas de política, economía y cultura. Y es y será México en sus pertenencias americanas, hispánicas y globales, destacadamente aquellas que dibujen el proyecto: dirigido a marcar una ruta de cambios en la perspectiva de una creciente latinoamericanización. En el reto de avanzar por ese camino de cambios la revista nace latinoamericana: no habrá número de Rojoamate que no cubra en parte importante “el tema continental”, sea en la aproximación a sus condiciones de conjunto o subconjunto como en las del estudio o análisis de algún caso en particular. Y buscará, también desde el principio, colaboraciones que lleguen justamente del sur.

No obstante, como decíamos en la primera línea, Rojo-amate tendrá como tema central la circunstancia mexicana, pues ése es el espacio-tiempo básico en el que pretende germinar. Y en dichas coordenadas de prioridad buscará entrar en sintonía con los procesos de transformación en los que los sectores populares y políticos fundamentales del país se encuentran hoy comprometidos. Rojo-amate mantendrá una perspectiva plural y se deslindará de una visión militantista, propagandística o panfletaria. La revista busca así mantenerse como un espacio viable de reflexión, con la credibilidad que forja el texto convincente, bien estructurado y con la mejor (posible) información.

Rojo-amate compromete su presencia con la idea de que el conocer y el comprender social –e individual, sin duda– no provienen de un hacer contemplativo, sino de un hacer activo (de vita activa, si quisiéramos usar un término caro a Hannah Arendt),[1] o, si se prefiere, de un hacer práctico al que algunas vertientes del marxismo (Gramsci, Sartre) han denominado como praxis. Y, somos conscientes, este conocer y comprender se da ahora “en medio de una explosión”. Reafirmamos entonces la idea del pensar desde un “hacer activo” pues “no hay teoría contemplativa de las explosiones”. Ni labor contemplativa que valga en medio de una explosión.[2]

Convocar a reflexionar en medio de una explosión y poner los acentos en el presente no significa en absoluto que se dejen de lado los estudios o el debate sobre el pasado, destacadamente sobre el pasado nacional. Rojo-amate nace justo en el año de celebraciones centenarias sobre las revoluciones de Independencia y de 1910, en condiciones en que el pensar sobre esos específicos acontecimientos es tema nodal y propio de la actual “disputa por la Nación”.

La rememoración no es ni puede ser para una revista como Rojo-amate un tema de especialistas o de académicos, aunque se mantenga la exigencia de un máximo de rigor. Se trata, en la línea que se promueve, de pensar el pasado para pensar el presente, dando fuerza con ello a una “visión epocal”. Y se trata, a la vez, de mantener, con y desde la referida rememoración, el temple de lo que es o debe ser un espíritu libertario, cualidad que en ningún caso deberá ceder a las tendencias del conformismo y de la asimilación.

Rojo-amate contará en sus páginas con un importante espacio para el tema cultural, con especial énfasis en la literatura contemporánea, y más particularmente –por las razones antes expuestas– en la literatura mexicana y de Latinoamérica. Y en este específico espacio buscaremos caminar por circuitos distintos y distanciados de los de “la vida literaria” (en la crítica que a este concepto se hace desde Balzac), buscando publicar ensayos, reseñas o noticias que den marco y den a conocer la buena literatura o la literatura de fundamento.

Importa no escatimar esfuerzos para abrir el abanico de posibilidades de publicación de materiales literarios de los más diversos lugares del mundo. Con la convicción de que una buena cantidad de caminos poéticos, cuentísticos o novelísticos de los polos o puntos más distantes del planeta conducen a puertos idénticos o cercanos. Así lo mostró con suficiente claridad quien ha sido considerado como uno de los más grandes escritores de todos los tiempos: Juan Rulfo. Tomamos de él la idea de crear una específica “ventana” para este tipo de literatura universal, tal y como apareció en su columna “Retales” publicada entre 1964 y 1966 en El Cuento: Revista de Imaginación.

El primer número de Rojo-amate es ejemplar en cuanto a la matriz temática que adoptaremos.

En el espacio reservado a los temas políticos, abrimos con ensayos de analistas mexicanos y de otras parte del mundo (Ha-Joon Chang, Thierry Linck, Adolfo Orive, Carlos San Juan Victoria, Randall Wray) que tratan, desde diferentes facetas, la “crisis del capital” (internacional, latinoamericano, nacional) en sus determinaciones económicas y políticas, todos ellos con un denominador común: la crítica fértil a la perspectiva neoliberal. Y el análisis sobre la temática latinoamericana es abordado en este caso por el destacado analista argentino José Luis Coraggio.

Inauguramos el espacio reservado a los temas culturales con textos de Víctor Jiménez, Alberto Vital y Evodio Escalante sobre la obra de Juan Rulfo, quien pudiera considerarse como universalmente representativo de lo que podríamos denominar una literatura de fundamento. Y, como ya lo hemos mencionado, abrimos ahora un primer “retal” en la idea del autor de El Llano en llamas, tomando justamente en este caso uno de los magníficos textos que el jalisciense publicó en la revista El Cuento. Nadie mejor que Víctor Jiménez para presentarlo.

En el mismo ámbito temático, no podía faltar en esta ocasión un texto sobre la obra de Carlos Montemayor. Ismael García Marcelino nos entrega una nota sobre la relación del autor de Guerra en el Paraíso con la temática y la problemática indígena de México, en su proyección universal.

Agregamos, en el cierre de este número, poemas y cuentos de invitados especiales: David Aburto, Gaspar Aguilera, Alin Cid Fleitas, Emilio Toledo y Randall Wray. Agradecemos a ellos su aportación.
Julio Moguel
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[1] Hannah Arendt, La condición humana [1958], Paidós, Surcos núm. 15, Barcelona, 2005.

[2] Peter Sloterdijk, Experimentos con uno mismo. Una conversación con Carlos Oliveira, Pre-textos, Valencia, 2003.