Rojo-amate: una “yuxtaposición dinámica”

JULIO MOGUEL


El término Rojo-amate constituye una fórmula de construcción del tipo de las que Hellingrath denominaba una “yuxtaposición áspera”, cuando se refería a algunos giros característicos de la poesía de Hölderlin y Píndaro.[1] Stefan George cobró su fama universal de una parecida manera de escribir sus singulares poemas.[2] Y no es irrelevante mencionar en este punto que este recurso adquiere en la poética pura de Stéphane Mallarmé sus máximas Posibilidades expresivas y de sentido.

Rojo-amate juega no con la relación simple y familiar de los conceptos, no con los hábitos reconocidos de nuestra sintaxis gramatical, sino con una conexión de contrapunto, no de opuestos sino de palabras que, en su articulación o en su yuxtaposición dinámica, generan imágenes particulares que, más que ambiguas, contienen mensajes polivalentes dentro de un cierto margen de interpretación.

Dicho de otra forma: el bloque paradójico (rojo-amate) libera la pluridimensionalidad de sentido de una relación que expresada en un discurso articulado resulta difícil o imposible desplegar. La intervención y participación activa del lector en el desciframiento del código se vuelve entonces decisiva: será él (como lector individual o colectivo) el que diga lo que “el mensaje” dice.

El rojo[3] es uno de los colores relacionados más íntimamente con el ser. Cuando alguien “ve” rojo en sus adentros se envuelve en una específica dimensión vital, de pasión, rabia, vuelco, desconcierto. Es el color del coraje, en su variante suave dicha en español, o fuerte si es que se dice en francés. Por ello es que todos los otros signos que le son atribuidos no son sino Derivaciones de su sentido originario o de matriz.

Amate[4] no aparece aquí, a contrapunto, como un particular, sino como un universal indirecto y acotado. Indirecto, porque proviene o se deriva de otro importante universal muy propio del ser o del sentido del ser, a saber: del árbol, idea que el ser siente tan propia porque en ella germina o se despliega tanto su verticalidad y búsqueda del cielo o de la altura como su apego o pertenencia a la tierra, al simple estar, y a lo profundo-oculto y a lo profundo-nutriente. Y como elemento externo también es o representa, para el mismo ser, primera morada o reserva de calma.

Pero Amate es un universal indirecto acotado al espacio continental específico y propio que lo ha visto crecer: la América indígena, tierra que lo convirtió en piel o en corteza textual durante siglos, antes de la Conquista española.

Tiene entonces también el signo de un ser-colectivo con nombre propio, identificable sin par en el planeta. Es esta “yuxtaposición dinámica” la que hoy da nombre a nuestro proyecto editorial.
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1 Hans-Georg Gadamer, Poema y diálogo [1990], trad. de Daniel Najmías y Juan Navarro, Editorial Gedisa, Colección Cla-de-ma, crítica literaria, Barcelona 2004.

2 Gaston Bachelard, El derecho de soñar [1970], trad. de Jorge Ferreiro Santana, Fondo de Cultura Económica, Breviarios núm. 392, México, 2005 [primera edición en español, 1985].

3 “Rojo (Del lat. russus). Adj. Encarnado muy vivo […]. Es el primer color del espectro solar […]. En política, radical, revolucionario […]. De color encendido de brasa […].” Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española, Vigésima segunda edición, T. 1, España, 2001.

4 “Amate. m. Árbol del género Ficus, de cuya corteza se obtiene el papel del mismo nombre que antiguamente servía para la elaboración de códices. 2. Papel elaborado con la corteza de ciertos árboles como jolote, palo de brujo, mora u ojite, sobre el cual se pintan diversos motivos y escenas de vivos colores o se pegan figuras recortadas del mismo material, esto último con fines ceremoniales. 3. Pintura realizada sobre el papel obtenido de la corteza del árbol amate. De amatl, papel”, en Carlos Montemayor (coordinador), Diccionario del náhuatl en el español de México, unam-see del Gobierno de la Ciudad de México, México, 2007. “Amate (Del nahua amatl) m. Árbol de la familia de las Moráceas, que abunda en las regiones cálidas de México. El jugo lechoso se usa como resolutivo. Hay dos especies: el blanco y el negro. 2. Méx. Pintur

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